Un puente para renacer

Día 1 – Jueves: trabajo en casa de noche. Trabajo + vino.

El trabajo se alargó.
El vino también.
Mal augurio.

Día X – Viernes: madrugada, escalofríos incontrolables. Dolor en todo el cuerpo, no puedo dejar de tiritar. Me hago un ovillo, aprieto fuerte mis brazos a mis piernas. Por fin para.

No tengo frío. Estoy sólo. Estoy bien. Sudo. Me duele todo de mí, como si hubiera empujado toda mi vida por un precipicio.

Despierto a las 9… a las 10… 15… otra vez a las 17 y así hasta el día siguiente. Sólo para ir a por agua, responder algún mensaje e ir al baño. Diarreas de pensamientos y emociones que no paran.

Cataratas de dolor.

Un día borrado de mi vida.
Un día que no viví.
Sólo inverné.

Día 2 – Sábado: Débil. Aunque mejor. Sin apetito.

Confuso ¿qué pasó? ¿para qué? ¿con qué motivo?

Me leo, me hago preguntas.
Hilo detalles.
Busco en internet y guardo silencio.

Pienso en ello durante el día, mientras intento hacer vida normal dentro de casa. Almuerzo. Medio cuenco de arroz. Duermo en el sillón.

En la noche voy al súper a buscar de comer lo recomendable en estos casos: que sea sin sabor ni sustancia, desnaturalizado e industrial. El festín sería pechuga de pollo, galletas de arroz, manzanilla y yogur.

El cuerpo necesita parar. Parar a repensarse. Diarreas de pensamientos que se van calmando. Parece que paran.

No lo hacen. Ardor en el estómago. Cataratas de dolor.

Duermo.

Día 3 – Domingo: Débil. Con menos dolores en el cuerpo. Voy lento y dejo que el cuerpo descanse, hago pequeñas tareas. Un poco de sol, sólo un poco. Sigue el ardor.

78,2 kg.

1 kilo 900 gramos más ligero.
Casi quepo por las puertas de mi corazón.
Veremos si puedo entrar.

Mensaje de texto para los compañeros de trabajo, no podré estar. Propongo un plan para que todo salga adelante el lunes.

Ardor de noche.
Cataratas seguidas.

Aunque con curioso alivio, siguen doliendo.

Duermo.

Día 4 – Lunes: Débil, ya sin diarreas mentales. Descansado.

Voy al médico. Parte y receta a seguir al pie de la letra: dieta desnaturalizada hasta nueva visita. Me quedo en casa, hago algunas llamadas, el trabajo volverá en una semana, antes parar a repensarse.

77,1 kg . Ya quepo por las puertas de mi corazón.

Al entrar ahí me dijo:

  • Ante los cambios sé valiente, cree que eres merecedor de lo bueno que está por venir.
  • Párate, escucha a tu cuerpo cuando necesite un descanso.
  • El vino en su medida es para el placer, no para sobrellevar el trabajo que no quieres hacer.
  • Acepta lo bueno, lo malo, lo que pasa. No etiquetes ni clasifiques los sucesos.
  • Deja que todo vaya sucediendo, siente gratitud por cada paso que das.
  • Expresa tus sentimientos, tus frustraciones, no los guardes porque dentro, te queman.
  • Pon límites. A tí, a los demás. Antes del umbral del hartazgo.
  • Conserva la calma y observa tu modo de ser, las reacciones frente a las situaciones que vives como actitud, frente a los acontecimientos cotidianos.
  • Centra tu atención en la convicción que la vida es buena y que tus necesidades todas, se colman en el momento adecuado, tu estima personal aumenta y tus próximas cóleras serán menos intensas.
  • Toma el tiempo de apreciar cada momento de tu vida y ¡tu estómago se va llevar la mejor parte!

“Portrait of a dead girl” por Laszlo Mednyanszky

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