La “moraleja” para mí, es esa lectura sosegada y distanciada de algo vivido, ya sea bueno o malo, «eso que te llevas» como se dice ahora.
La tradición —que deriva del latín y quiere decir ‘donación’ o ‘legado’— nos recuerda que la moraleja, estaba siempre al final de esas fábulas infantiles que nos leían antes de ir a dormir. Esas historias populares o familiares, que son el legado de una generación a otra y que con su mensaje, nos ayudaban a ser personas de bien.
En nuestra vida cotidiana, como si de una fábula se tratara, interiorizamos como sabemos y podemos los que nos sucede para sacarle algo de provecho. Casi todo tiene una moraleja, muchas veces habiendo hecho un cuidadoso encaje de bolillos con lo vivido, para aprender y seguir adelante.
Y este proceso, puede llevarnos —y me pongo como ejemplo— años, muchos años.
Vamos, que la moraleja no llega cuando quieres, sino cuando la puedes llegar a entender.
La fábula y el entorno, cambian
Sin darnos cuenta, nuestra sociedad occidental —que no el resto del mundo— lleva un tiempo en lo que el filósofo Gilles Lipovetsky llama la “hipermodernidad” que es ese mundo acelerado en el que vivimos y en el que evitamos el sufrimiento, incluso antes de sentirlo.
¿Qué nos ha pasado sin darnos cuenta? Pues que, nuestras defensas ante la adversidad están en constante alerta y también, son más débiles.
Nuestra fábula diaria, se ha vuelto más compleja y al mismo tiempo, disponemos de más medios y tecnología para evadirnos y desahogarnos.
Sin darnos cuenta, como individuos “hipermodernos” hemos creado la necesidad de testimoniar todo lo que hacemos.
Primero fueron en los blogs y luego en las redes sociales. Accesibles a todos y consumidas por todos.
En todo este tiempo, la palabra “compartir” se ha recolocado en nuestro ideario colectivo. Sobre todo a partir del 2006, convertida por WordPress en botón y después de que Facebook en 2010, la acompañara con otro, el famoso “Me gusta”.
Moralina para todos, gracias
Débiles, frágiles y moldeables. Las emociones básicas están a flor de piel y a golpe de clic, listas para compartir.
Como si hubiéramos vuelto a nacer, el adulto en internet se comporta como un adolescente. Niños, adultos y viejos, están inmersos en esta batalla de inmadurez cerebral, de llamar la atención. Bien decía Albert Vinyals Ros (2019) que la principal consecuencia de la inmadurez cerebral, es la dificultad para el control de los impulsos.
El auge del adolecentrismo, la idea de juventud y sobre todo de adolescencia, está generando tanta presión social sobre el resto de las generaciones, que todas se están pareciendo cada vez más (Agustín Laje, 2023). Y el parecido, no es a mejor.
Entre desahogo y necesidad de recompensa, las moralejas personales presentadas en internet muchas veces —a mi parecer— no se ciñen a la realidad ni a los hechos. Están al servicio del relato personal, de la audiencia —¿quién dijo amigos?— y “likes”. Sentimientos mediatizados y artificio, en favor del consumo y desecho rápido.
Moraleja de bolsillo, para lo que venga
Estamos más conectados que nunca. Después de 40 años de internet y 6 generaciones interactuando dentro de la red global, conviene madurar y dejar de ser adolescentes digitales. Deberíamos tomar una velocidad de crucero que permita manejar nuestras emociones de manera responsable y saludable, fuera y sobre todo dentro de internet.
Parafraseando a Victoria Camps, podríamos coger nuestra moral como la guía de acción. No esperar a encontrar verdades absolutas —y simplistas— y además, coger unas cuantas máximas sensatas y útiles para ir examinando lo que se debe hacer.
Olvidemos las recetas rápidas. Lo rápido, no es duradero.
Sería conveniente, olvidar luchas grandilocuentes y responsabilizarnos de manera individual a la autoeducación de las emociones.
La moraleja o el aprendizaje llega —en mi vivencia— cuando debe llegar. No es posible ni sano, querer encajar lo que sucede y sacar una moraleja rápida, solo por pasar página. Por evitar la incertidumbre de no saber para qué sirve lo que se está viviendo.
El tiempo y los actos propios, dirán si ha servido o no. Porque además, no deberías necesitar la aprobación de otros para llevar una vida propia.
Como si hubiera leído una de las fábulas de Charles Perrault, me quedaría con esta moraleja:
Cosa por demás sabida es,
que la herramienta y el alma,
son en la mano, lo que la inteligencia de su propietario, le permita.
Haga pues, buen uso de ella,
con paciencia y sin prisa.
Foto destacada: Shadow of a girl dressed as a fairy on a fence por mdburnette con licencia de CC-CC0 1.0
Como cuando salimos de una sala de cine con una sonrisa de oreja a oreja y esta se ensancha al unir todos los puntos que hemos ido descubriendo a lo largo de la proyección para descubrir la respuesta a una interrogante. Aprendemos uniendo puntos, llegando a conclusiones, tachando y reescribiendo.
Ud. caballero, es un sabio que aprecia lo bello y mundano y las rayas que tiene en su espalda, se les nota en sus palabras. Gracias por pasarse por aquí.