Mi vida se ha ido simplificando poco a poco. He llegado a la austeridad y la frugalidad de manera tranquila, sosegada, por necesidad natural. Ha sido una elección.
No poseo más de lo que pueda dejar de recordar. Si no recuerdo que lo tengo, entonces, sobra. Porque hace mucho que no lo uso, por tanto no hace falta.
Vivir se compone de muchos momentos. Se quedan en la memoria los importantes, los que no lo son se olvidan. Por eso, la misma lógica va para las cosas.
Cada vez más evito desperdiciar tiempo, energía, dinero, recursos y emociones en aquello que no suma y mejora mi vida.
Si suma, ha de ser porque lo que me aporta, me ayuda a aprender, descubrirme, mejorar. Ser y sentirme el que me gusta ser. Eso que llamamos ‘mi mejor versión’.
Menos y mejor. Poquito y rico. En lo material, personal y espiritual. Evalúo con cuidado cada inversión que hago sin ser tacaño. Porque serlo es contrario a la austeridad.
Lo mejor que puedas permitirte. Lo que te mejore la vida. En la cantidad adecuada.
Vivir en deuda, es vivir esclavo de ser (una ilusión) y no tener para serlo. Por eso, siendo frugal y austero cada inversión es posible cuando se tiene el tiempo para disfrutarlo y el dinero para adquirirlo.
La vida presente y futura, me pide ser ‘portátil’. Vivir de manera que ante los cambios pueda fluir con las circunstancias sin preocuparme por lo que llevo a cuestas. Evitar todo lo que en un momento pueda ser una carga, más que un equipaje.
📌 El post «10 características de las personas frugales» de Víctor Murillo describe muy bien cómo nos comportamos las personas frugales.